La Fundación Cultura y Sociedad prolonga su colaboración con la Tertulia Literaria Dauro, organizada por la Librería Dauro de Granada. Ha iniciado las actividades curso 2024-25 con el paseo literario dirigido por Enrique Jiménez Cotelo, autor de «Las puertas de la Alhambra», de Aliar Ediciones, que ha tenido lugar el jueves 24 de octubre.
Juan Rodríguez. 29 de octubre de 2024
Las puertas de la Alhambra, de Enrique Jiménez Cotelo (Aliar Ediciones), es un delicioso y pequeño libro que enseña muchos muchos detalles de la arquitectura, escrito con un lenguaje descriptivo muy preciso.
A las 17:45 del jueves 24 se reunió un grupo enorme (casi 30 personas) en plaza Nueva. El autor iba provisto de abundante documentación.

Cuando leí el título de su obra me extrañó (en mi desconocimiento) que se dedicase un libro a las puertas. Pronto me di cuenta de que era muy atractivo y útil. Lo subrayé y lo leí dos veces. Las puertas explican cómo se vivía en la Alhambra, cuáles eran los movimientos de las gentes, qué se temía y a quién se daba paso. Por la puerta del Arrabal –en la muralla norte que da al bosque sobre el Paseo de los Tristes- venían a la Alhambra las gentes del Albaicín, del “Sacromonte” y de la zona de Guadix (p. 86). Cada puerta tiene su historia particular. Es un placer enorme conocerlas todas (18, incluidas las del Generalife), conocer su ubicación, su función y los detalles arquitectónicos y artísticos.
Las explicaciones de Enrique Jiménez Cotelo comenzaron en la misma plaza Nueva y cuesta de Gomérez, donde vivieron al parecer los de la tribu bereber de los “gomelez” que nutrió la guardia de los reyes nazaríes.
Antes de cruzar la imponente Puerta de las Granadas, del XVI, de Pedro Machuca (autor del Palacio de Carlos V y del monumental pilar anexo a la Puerta de la Justicia), uno de los presentes nos contó que de jovencito, con otro muchacho, se introducían desde ahí, por un pasadizo y salían en medio de la Alhambra. Nos sorprendió también ver, por un hueco de las casas, muy cercana la Torre de la Vela (cercanía comprobable en el plano de la contraportada del libro) y por un callejoncillo intransitable de esta acera y a unos cien metros, nos mostraba Enrique algo interesante de lo que al parecer no había referencias escritas; se podía ver la parte superior de una puerta monumental de claro estilo renacentista, con frontón y entablamento con triglifos y metopas.

PUERTA DE BIB-RAMBLA
Esta Puerta fue desmontada de su lugar original, en la actual plaza de Bib-Rambla, a finales del XIX (1884) y almacenados sus materiales en el museo Arqueológico (p. 39), hasta que Gómez Moreno sugirió al arquitecto conservador de la Alhambra, Leopoldo Torres Balbás (p. 24), su reconstrucción y en 1932 quedó colocada a mitad de camino hacia la Torre de los Siete Suelos, en esta calle de Los Carros.
Es bien conocido que el desmonte de la Puerta provocó enfrentamiento entre intelectuales y artistas por un lado y el Ayuntamiento granadino por otro. Los primeros consiguieron en Madrid que fuera declarada monumento nacional e intentaron evitar su derrumbe. El Ayuntamiento, por su parte, quizás temeroso de que provocase un accidente su caída, o quizás con escaso amor por lo antiguo, consiguió finalmente su demolición (el racionalismo del XVIII, con influencia hasta esos momentos, pretendía la renovación de las ciudades, dotándolas de espacios más amplios y rectilíneos. Tampoco se libró del afán demoledor el monumental Pilar de las Ninfas de la Carrera del Darro-Plaza Nueva).
PUERTA DE LA JUSTICIA
Tras pasar cercanos a la enorme Puerta de los Siete Suelos –una de las cuatro puertas principales de entrada a la Alhambra (pp. 30 y 44), también llamada Puerta de los Pozos por los silos y mazmorras que había en su entorno (p. 44), clausurada al exterior en la reconstrucción de Torres Balbás (pues fue totalmente destruida por las tropas napoleónicas en su retirada, 1912) y tras la explicación sobre la Puerta de los Carros, edificada para el acceso del material de construcción del Palacio de Carlos V (p. 47), llegamos en nuestro paseo a la imponente Puerta de la Justicia, que cumplía, al menos, dos funciones: la defensiva y la propagandística-representativa del reino nazarí. Allí eran recibidos los visitantes ilustres, reyes y embajadores (p. 52).

Se advierte su función defensiva en la plaza de acceso en cuesta y en curva, y flanqueada en su lado derecho, según se accede, por un muro desde el cuál, los nazaríes podían agredir los cuerpos de los atacantes en su lado derecho, más indefenso por llevar la protección del escudo en el brazo izquierdo. Ya en el interior de la puerta-torre, podemos observar una buhedera en la parte superior para lanzar aceite hirviendo y piedras y, observamos también, que el estrecho pasillo se ha construido con doble recodo y en cuesta. Inmediatamente al salir de ella, hay torres subalternas desde las que disparar a los atacantes (torres de Barba y del Carril, p. 52).
Decorativamente el arco exterior es de herradura, apuntado, típico del arte islámico, y en su parte superior, en la clave del arco, la mano de Fátima, sus dedos representan los preceptos coránicos: Alá uno y único, oración, ayuno, limosna, peregrinación a la Meca. El arco interior está más decorado artísticamente. En la dovela central de su dintel está representada la llave, símbolo típico de las puertas nazaríes, sobre el dintel una profusa inscripción fundacional, muy estética: “haga Dios prosperar en ella la justicia del Islam”. Sobre ella la Virgen con el Niño, la Virgen de la Antigua, de Roberto Alemán. Y en la albanega de esta puerta interior, tres caracolas, símbolo de riqueza y agua.
Pensaba al contemplarla cuantas veces habremos pasado los granadinos por la Puerta de la Justicia sin tener idea de su significado. Ahora se disfruta más.

FIN
Conociendo historia, función y arte de las 18 puertas de la Alhambra nos sentimos capacitados para explicarlas básicamente –todo lo que es posible ver en un paseo por los exteriores de la Alhambra- a cualquier visitante, familiar o amigo. Esto es lo que hace maravillosamente el librito de Enrique Jiménez Cotelo y se lo agradecemos profundamente y también este paseo literario.
Con puntualidad, tal como estaba previsto, propia del hombre de economía y empresa, llegamos a las 8 de la tarde a Dauro, ya anochecido. Pudimos tomar un excelente Ribera del Duero y el autor firmó libros con su bolígrafo multicolor y una granada roja y verde.